Convertirse en árbitro de las Grandes Ligas es un proceso riguroso y de largo aliento, que combina talento, disciplina y una formación meticulosa desde niveles amateurs hasta el pináculo profesional.
El trayecto inicia en los MLB Umpire Camps, talleres gratuitos distribuidos por distintas ciudades de Estados Unidos. Los candidatos más destacables son luego invitados al Prospect Development Camp, un programa intensivo de cuatro semanas con todos los gastos cubiertos.
Los aspirantes continúan su formación en una de las escuelas oficiales de arbitraje—la Minor League Baseball Umpire Training Academy o la Harry Wendelstedt Umpire School—donde durante cinco semanas reciben instrucción técnica sobre reglamentos, mecánicas de arbitraje, posicionamiento en el campo y manejo de situaciones bajo presión.
Al finalizar ese programa, solo entre el 10 % y el 20 % de los participantes son seleccionados para una etapa adicional de evaluación de cerca de diez días. De ese grupo, apenas entre 30 y 35 consiguen un contrato para iniciar su carrera en ligas menores, comenzando usualmente en la categoría Rookie o Clase A.
El ascenso a Grandes Ligas es gradual y exige constancia: suele tomar entre 7 y 10 años, durante los cuales los árbitros son evaluados en cada nivel. Muchos llegan a la MLB tras destacarse en Triple-A y cumplir asignaciones temporales en juegos de temporada regular, en la Arizona Fall League o en el Spring Training.
Además de dominar las reglas, se requiere una fuerte preparación física, resistencia mental, disciplina y excelentes habilidades de comunicación, esenciales para controlar momentos de alta tensión en el terreno.
Un dato inspirador: este historial de dedicación abre también puertas inéditas. Por ejemplo, Jen Pawol, tras tres décadas de trayectoria, se convertirá en la primera mujer en arbitrar un juego oficial de MLB; y en República Dominicana, Ramón Ferrer ha sido árbitro de Grandes Ligas, mientras que Félix Neón y Hardlen Acosta han participado como jueces en partidos de pretemporada.
