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Fluminense se corona campeón por primera vez de la Libertadores

El Fluminense conquistó en la prórroga su primera Copa Libertadores en una final fea y poco jugada ante un Boca Juniors que se queda con el sueño de La Séptima, dejando aún a Independiente como el equipo más ganador (siete) de Sudamérica. Fue un justo campeón en base a lo que se vio desde el minuto 1. La final se decidió en el 98′ con un gol del brasileño Kennedy.

Fluminense, con muchos jugadores de buen pie, quería tocar y jugar desde el principio. Boca, con no tantos, quería ver pasar los minutos. La grada, mientras, al contrario de lo que había pasado en las calles de Río, era también de dominio tricolor, con más brasileños y más animados. La 12 intentaba remontar al equipo… y lo consiguió por momentos.

Boca dejaba pasar los minutos del primer tiempo y veía que su portería, tan bien guardada en esta Copa, no sufría mucho. Así tuvo un par de avances interesantes, pero su plan de partido se truncó en el minuto 36, con el decimotercer tanto del veterano ariete argentino Germán Cano, un jugador anónimo casi en Argentina que se va siendo el goleador de la Copa (13 tantos), algo que nadie había conseguido en la Libertadores en este Siglo.

Con 0-1, el partido casi no se jugó hasta el descanso. Los veteranos del Flu estaban en el suelo más que jugando (algo propio de las finales, y más en Sudamérica), y se jugaba poco. Ya ni Flu quería jugar, con el veterano Felipe Melo (40 años y ex deLaLiga) dirigiendo las operaciones… hasta que fue cambiado en el 51′.

La segunda parte fue otra cosa en actitud, pero Boca no podía en juego. Básicamente porque no tenía ni la pelota. Y así es imposible. Cuando la pelota estaba en juego, que era poco tiempo, tenía color tricolor y no xeneize. A Boca le quedaba el orgullo, el escudo, la mística, la historia… y poco más. El sueño de La Séptima se iba a por las alcantarillas de Maracaná… hasta que surgió Advíncula, exlateral del Rayo. Allí, solo, en la esquina, cuando Buenos Aires lloraba, metió un zarpazo esquinado para un empate esperanzador.

El partido se iba a la prórroga (Marcelo ya había sido sustituido antes) aunque Diogo Barbosa la tuvo para el Flu en el último segundo del descuento. Y en el tiempo extra, Boca, que había fraguado su éxito en la Copa en los penaltis, parecía tener claro el plan. De nuevo, Flu cogía la iniciativa del juego. Y llegó el golazo de John Kennedy en el 98′. Y ahí se acabó el partido, aunque aún quedaban 20 minutos… y el propio Kennedy se fue a la calle por una absurda, pero justa, doble amarilla tras celebrarlo con el público (ya tenía una amarilla).

Seguidamente, Fabra, antes del descanso, también se fue a la calle por una agresión. 10 para 10, pero no se jugaba nada.

Y Flu fue campeón con justicia.

El Fluminense del exmadridista Marcelo conquistó en la prórroga su primera Copa Libertadores en una final fea y poco jugada ante un Boca Juniors que se queda con el sueño de La Séptima, dejando aún a Independiente como el equipo más ganador (siete) de Sudamérica. Fue un justo campeón en base a lo que se vio desde el minuto 1. La final se decidió en el 98′ con un gol del brasileño Kennedy.

Fluminense, con muchos jugadores de buen pie, quería tocar y jugar desde el principio. Boca, con no tantos, quería ver pasar los minutos. La grada, mientras, al contrario de lo que había pasado en las calles de Río, era también de dominio tricolor, con más brasileños y más animados. La 12 intentaba remontar al equipo… y lo consiguió por momentos.

Boca dejaba pasar los minutos del primer tiempo y veía que su portería, tan bien guardada en esta Copa, no sufría mucho. Así tuvo un par de avances interesantes, pero su plan de partido se truncó en el minuto 36, con el decimotercer tanto del veterano ariete argentino Germán Cano, un jugador anónimo casi en Argentina que se va siendo el goleador de la Copa (13 tantos), algo que nadie había conseguido en la Libertadores en este Siglo.

Con 0-1, el partido casi no se jugó hasta el descanso. Los veteranos del Flu estaban en el suelo más que jugando (algo propio de las finales, y más en Sudamérica), y se jugaba poco. Ya ni Flu quería jugar, con el veterano Felipe Melo (40 años y ex deLaLiga) dirigiendo las operaciones… hasta que fue cambiado en el 51′.

La segunda parte fue otra cosa en actitud, pero Boca no podía en juego. Básicamente porque no tenía ni la pelota. Y así es imposible. Cuando la pelota estaba en juego, que era poco tiempo, tenía color tricolor y no xeneize. A Boca le quedaba el orgullo, el escudo, la mística, la historia… y poco más. El sueño de La Séptima se iba a por las alcantarillas de Maracaná… hasta que surgió Advíncula, exlateral del Rayo. Allí, solo, en la esquina, cuando Buenos Aires lloraba, metió un zarpazo esquinado para un empate esperanzador.

El partido se iba a la prórroga (Marcelo ya había sido sustituido antes) aunque Diogo Barbosa la tuvo para el Flu en el último segundo del descuento. Y en el tiempo extra, Boca, que había fraguado su éxito en la Copa en los penaltis, parecía tener claro el plan. De nuevo, Flu cogía la iniciativa del juego. Y llegó el golazo de John Kennedy en el 98′. Y ahí se acabó el partido, aunque aún quedaban 20 minutos… y el propio Kennedy se fue a la calle por una absurda, pero justa, doble amarilla tras celebrarlo con el público (ya tenía una amarilla).

Seguidamente, Fabra, antes del descanso, también se fue a la calle por una agresión. 10 para 10, pero no se jugaba nada.

Y Flu fue campeón con justicia.

Tras la final, vienen las consecuencias. No hay público más exitista que el argentino, y ahora todo será un desastre. Pero no, este Boca de Jorge Almirón, comandado en el despacho por el mito Riquelme, llegó a una final con poco. Y eso tiene su mérito. Aunque hoy sólo haya alegría para Flu, justo ganador de esta finalísima en la que hubo poco juego y se jugó poco.

Fuente: Marca

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